Implicarse o esperar.


Considero importante la implicación por parte del paciente en cuanto a realizar un cambio, ya sea dolor físico o emocional. Normalmente esperamos que las cosas simplemente sucedan, no se va a por ellas. Cuando hay un dolor , insisto ya sea físico o emocional, y la persona decide poner un remedio, es el comienzo de un movimiento, y eso está bien. Es el momento de tomar una decisión, y se considera que hace falta un acompañamiento de una segunda persona. Está bien puesto que es un comienzo a estar dispuesto a generar un cambio, normalmente a un estado saludable. Ahora bien, muchas veces ese movimiento se detiene ahí, y de repente esperamos que el objetivo nos lo arrastren poco a poco a nosotros. Sí, es movimiento, pero no el nuestro, y el esfuerzo y desgaste de energía es mucho mayor. Observo que cuando la persona de alguna manera se implica en la terapia, al mismo tiempo que el objetivo se aproxima, la persona se acerca a mayor velocidad hacia el mismo. Es decir, no es lo mismo ir, que te hagan un masaje y esperar que el problema esté solucionado en un número X de masajes , a ir a que te hagan un masaje y comiences a tomar conciencia de qué es lo que te ha llevado a ese dolor, cual es el comportamiento, el trabajo, la alimentación, la postura corporal y la forma de pensar que te han llevado ahí, y para rematar, cómo puedes modificar eso para que el dolor de espalda no vuelva a aparecer. El trabajo del masajista sigue siendo el mismo, pero el resultado es diferente.
Por supuesto que el trabajo del terapeuta es "guiar" o acompañar a la persona en el proceso aportando sus conocimientos en la sesión e incluso aconsejando que es lo que podría irle bien, puede recomendar una dieta, pero la decisión de regirse a ella es tan solo de la persona.
Es por eso por lo que pienso que al cabo del tiempo vuelven a surgir los mismos síntomas, hemos eliminado la contractura en la espalda, pero al volver exactamente a hacer la misma vida de antes vuelve de nuevo la contractura. Existe una debilidad y el cuerpo sabe como compensarla. Hay que localizar donde se encuentra el desequilibrio que genera esa contractura, y si para solucionar dicho desequilibrio hay que cambiar un hábito, hasta que no lo cambiemos se irán poniendo parches. Tanto que incluso el cuerpo se cansará de quejarse ahí para quejarse en otro lugar, pero seguirá quejándose.
Lo más curioso de todo es que la persona, con tan solo unas pocas preguntas, ya sabe por donde van los cambios necesarios a realizar, pero surge el miedo a desplazarse de lo que podríamos llamar "zona de confort", esa zona en la que nos movemos apaciblemente, donde todo, lo bueno y lo malo, lo tenemos de alguna forma controlado. Sabemos que pasará esto, luego esto, y luego esto otro y de nuevo el mismo resultado, y el mes que viene otra vez.
Imagina que rompes con esos hábitos, imagina que dentro de un año justamente estás libre de esos hábitos con los que consigues siempre esos resultados no deseados. ¿Cómo te ves? ¿con quien estás? ¿qué estás haciendo? ¿cómo te sientes?. y ahora, desde ese punto en la imaginación a un año vista ¿qué piensas que ha hecho tu YO del futuro para conseguir estar ahí? ¿cómo rompió los hábitos y salió de la "zona de confort"? ¿cuales son exactamente los pasos que HA REALIZADO para estar ahí, en ese lugar tan deseado?
Os dejo con un precioso vídeo que ya puse en este blog, que muchos habréis visto ya, y que hace poco volví a ver en un maravilloso seminario al que tuve la oportunidad de asistir.

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